Comentario
Esta ciudad humanista al servicio de la idea imperial mediatizada por nobles cortesanos y por una jerarquía eclesiástica del mismo origen, comenzará a desintegrarse con el fracaso del proyecto carolino y, definitivamente, con la llegada al trono de Felipe II.
La política centralizadora del nuevo monarca irá en detrimento de las fundaciones granadinas y de la nobleza instituida en clase política, mientras potencia otros grupos más controlables, como serían los burócratas de la Chancillería.
El Tribunal de Justicia se había instalado en Granada en 1505, manteniendo una vida precaria, incluidos cambios de domicilio, hasta 1526 en que el emperador lo situó definitivamente en las casas del Patriarca de las Indias. Su prestigio en la ciudad dependerá del Presidente de turno, instituyéndose a la muerte de Carlos V en el órgano de máximo poder en la ciudad. El impacto, a nivel urbano, se concreta en 1587 con la realización de su magnífica fachada por Francisco del Castillo. Este arquitecto, formado en Italia, se convertirá, a su regreso a Andalucía, en un fiel imitador de los modelos serlianos, consiguiendo en la Chancillería un diseño que enlaza con la vanguardia del manierismo romano.
En la fachada existe una clara contraposición entre lo arquitectónico del conjunto y lo decorativo de la portada. La línea vertical domina y queda puesta de manifiesto por la superposición de vanos, subrayándose con las hiladas de almohadillado situadas en los ángulos. Ahora bien, es en la zona central donde Castillo demuestra su facilidad de diseño arquitectónico, confiando incluso la decoración a elementos puramente constructivos; con la excepción de ménsulas, estípites y esa concesión en los tímpanos de las puertas centrales a la piedra serpentina.
En definitiva, el diseño y el repertorio decorativo de la Chancillería, que incluyen en su desarrollo la utilización de materiales diversos, habían de constituirle en elemento simbólico apto para enfatizar uno de los más importantes espacios públicos de la ciudad. Su influencia en la conciencia colectiva y en las posteriores acciones urbanísticas será extraordinaria condicionando ampliamente los proyectos de exteriores. Los modelos cortesanos italianos del siglo XVI cumplen así el fin que Castillo proponía a la arquitectura: "Hacer cosas raras y de grande magestad".
Después de la guerra de las Alpujarras presenciamos el inicio de la sustitución de los grandes proyectos conmemorativos, de carácter cortesano, por la monumentalidad contrarreformista, de escala menor, que se impone por su fuerte alusividad a la trascendencia y su eficacia litúrgica (Ignacio Henares). Dos obras muy significativas centran la proyectiva de transición al siglo XVII: la iglesia de Santa María de la Alhambra y la abadía del Sacromonte.
La primera fue elaborada siguiendo diseños de Juan de Herrera y Francisco de Mora, que fueron modificados por arquitectos granadinos entre los que sobresale principalmente Ambrosio de Vico. Sin terminar en la actualidad, el edificio responde a un sistema de nave con tres capillas laterales más bajas, crucero y capilla mayor cuadrada de gran profundidad que sitúa a sus lados la sacristía y la torre.
La abadía del Sacromonte es un proyecto que tiene por objeto adecentar y dotar de estructuras simbólicas permanentes a un espacio arqueológico-martirial a partir de una serie de hallazgos que enlazan con la problemática morisca en un intento de simbiosis ritual entre el Islam y el Catolicismo por parte de los grupos dirigentes de la sociedad morisca. El conjunto responde a un conglomerado de construcciones donde destaca la iglesia, la zona abacial y las cúpulas sobre las cuevas. En su diseño intervinieron desde Ambrosio de Vico al jesuita Pedro Sánchez.
El arzobispo don Pedro de Castro será el gran inspirador del proyecto, para el que aportará, incluso, su propio peculio. Castro, comprometido con los programas trentinos impondrá, a través del proyecto de la Abadía, una serie de referentes teológicos de carácter mariano que definen y condicionan el desarrollo ideológico de la sociedad del XVII.
Estas últimas intervenciones, en línea con las iniciadas en los momentos siguientes a la diáspora morisca, llevarán a la conformación de una idea coherente de ciudad después de los intentos estériles del emperador Carlos. Tras el interrogante, mediado el Quinientos, sobre el papel de la ciudad en el marco político de la monarquía, asistiremos, en el amanecer del Seiscientos, a la cristalización de la ciudad contrarreformista concretada en las significaciones del Sacromonte y eludiendo los contenidos cortesanos del recinto de la Alhambra.